La mirada lo copa todo. La realidad no existe. El consenso social aproxima el foco a la objetividad bajo el paraguas atento de la crítica. El día amanece más frío si la sensación de la mayoría de los individuos así lo corroboran. De esta manera se va formando el club de opinión para continuar refinando si el frío fue más intenso ayer o si a estas horas se soporta mejor el clima adverso.
Nos movemos en terrenos pantanosos y la niebla no nos deja ver con claridad eso que deseamos percibir. La música a veces nos hiela el alma, otras nos exalta las venas hasta hacerlas enrojecer de pasión. No hay término medio. Se trata de una certera aproximación a la sensación. Desgranar poco a poco la mazorca, al son de una mazurca, para escudriñar los granos y analizar al ritmo de la melodía si los frutos son compatibles con la reflexión esperada.
La imaginación se encarga de llevar el tren por el raíl que le resulta más conveniente, aunque a ratos el ñangazo se infiltra inevitablemente en el recuerdo, en aquel que creía tenerlas todas consigo. El traqueteo de la conciencia nos dirige a reconstruir las vivencias del modo que más agrade a nuestro convenir. Nos damos de bruces así con los puntos de vista, que no son más que la irrealidad del caminante.
La apertura de mente y la duda razonable chocan inexorablemente con la rigidez en la interpretación de la realidad, por lo que la reflexión llama a la puerta de lo impepinable. La realidad no existe o hay tantas realidades como miradas.
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María Ángeles Martín
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