Ángela: mensaje en un botella. Las casualidades no existen. Hoy, en mi primera lectura al despertar, me he dado de bruces con una entrevista del pasado diciembre con el siguiente titular: «Antes nos daban de tortas nuestros padres y ahora nuestros hijos». Se trata de una entrevista de Borja Hermoso en el diario El País a Ernesto Calabuig, profesor de filosofía que habla de la educación.

   La entrevista me ha despertado los demonios con los que vengo luchando en auténtica diatriba desde hace más de tres décadas. El tema es motivo de infinitas conversaciones con mi amiga Conchi y describe la desolación que sentimos en general los padres ante la inmediatez de los deseos de los hijos sin que se les ponga nada por delante. 

Educación

   Un hito generacional el de la equivocación. Hasta tal punto que en momentos de máxima debilidad me he llegado a preguntar si había errado en transmitir unos valores que las formas actuales de vida no comparten. Después, el sentido común ha logrado que mis pensamientos fueran por otros derroteros. Sin renunciar a la idea de que hemos criado verdaderos monstruos.

   Dar a los hijos las herramientas suficientes para desenvolverse en el mundo parece no ser suficiente. Colmarles de todo tipo de «necesidades» materiales tampoco. Crasa equivocación poner el punto en dar, incluso en la culpa, la búsqueda de lo mejor para nuestros hijos, que no les falte de nada, que no tengan que buscarse la vida como le ha sucedido a nuestra generación…

Realidad

   Siento como madre que estoy plantada en medio de la nada, que he perdido todo en pos de haber intentado hacer comprender que tenía un mundo y no podía renunciar a vivir como hacía cuando mi hija estuvo a mi lado. Hablo, por tanto, del espíritu de sacrificio de una generación que ha obedecido a unos padres autoritarios bajo el yugo de la culpa y que ahora les cuida. Y, que está abocada a obedecer el capricho de unos hijos para que no les falte nada.

   La rapidez y la inmediatez del mundo en el que vivimos no deja lugar a la pausa. El prisma con el que se avanza en la actualidad da continuos aspavientos a lo que se tiene alrededor. El término medio no es garantía de éxito en la educación en estos tiempos en los que hemos hecho creer a los hijos que pueden comerse el mundo y las circunstancias están haciendo que tengamos que tragarnos estas y otras creencias falaces. Sí lo es la reflexión, la cercanía, la empatía, la realidad frente al esconder lo turbio en cantos de sirena de «pobrecitos son niños» y después, ¿quién les cura las heridas al toparse de bruces con el mundo real? Ángela, mensaje en una botella.

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María Ángeles Martín

Escritora y periodista. Apasionada de las series.

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